El entierro del Conde de Orgaz: una visión iconoclasta
El entierro del Conde de Orgaz puede ser un buen ejemplo de una organización cuya plantilla está dividida en dos grandes bloques: arriba encontramos un conjunto de altos directivos alrededor del director general, todos ellos atentos a sus directrices. Es una esfera de poder inalcanzable, a menos que se acepte pasar por un duro trance. Abajo, un conjunto de trabajadores de distinta cualificación, divididos a su vez en tres subgrupos: los de mayor rango, soportando un gran problema; uno de rango medio, solicitando ayuda a la dirección, y el resto, compungidos y en actitud pasiva; está asumido que la alta dirección proporcionará alivio y gratificación a todos, pero para ello haya que enterrar previamente el problema.
Sin embargo, el cuadro en sí representa una buena organización: los roles están claramente definidos, cada uno está en su sitio, los matices están óptimamente distribuidos, el conjunto es armónico, estético y atractivo. Podríamos decir, no obstante, que se trata de una organización “pesada” y estática, con predominio de los tonos oscuros, una clara subocupación, pasividad, carencia de objetivos y de procedimientos, estética desfasada…